Ahogarse en un vaso de agua


Hay días como el de hoy, que vas por la calle con un nudo en la garganta y necesitas agarrarte al primero que pillas para desahogarte. Literalmente.

Esta tarde, cuando he visto a ese tipo, que parecía estar esperándome, me he sentado a su lado y he empezado a vomitarle todo lo que me ha ocurrido durante el día. Que ha sido mucho.

Resulta que, en principio, se suponía que yo hoy libraba, y tenía planeado un día perfecto de sillón-bol. Me he levantado a las mil, tenía descargada una serie chula, un pack de seis cervecitas, unos snacks, y ya estaba tumbadito a la bartola cuando, de repente… ¡zas!, el teléfono. Era el jefe, que había que cerrar el mes y hacer inventario. A tomar por culo el día libre.

Después, del cabreo, se me ha caído la cerveza encima y, al ir a ducharme… segundo zas: tubería rota. Todo el mueble del baño, y parte del vestidor y del pasillo hasta arriba de agua. Cojonudo, o sea, que después de venir del trabajo me tocaría también obra y zafarrancho. Llamar al seguro, jaleos con el vecino de abajo… ya sabes, un movidón.

Mientras yo hablaba, el señor me miraba con ojos distraídos, como si la cosa no fuera con él. Si, ya sé que no me conocía, pero, joder, ¿tanto cuesta ser un poco comprensivo o disimular, al menos, un poco de compasión?

Después, le he explicado que, según me vestía… me ha llegado el tercer zas, en forma de mensaje de mi novia: Paco, creo que estoy embarazada. Yujúuuu.

                                (El suceso siguiente que vais a escuchar fue un poco extraño y surrealista, aunque es muy probable que a todos os haya pasado algo parecido alguna vez. Os lo voy a intentar explicar tal y como se lo he explicado al tipo, pero os pido que, por favor, vosotros mostréis más interés que él, ¿vale?)

Resulta que, para relajarme un poco, antes de salir de casa he abierto el grifo y me he servido un vaso de agua. Pero, según lo llenaba, he empezado a notar algo paranormal: mi cuerpo estaba menguando. Tal cual. Cuando el vaso apenas tenía un culín, yo ya había decrecido hasta el 1,50. Cuando iba por la mitad, yo ya ni llegaba al metro. Y así sucesivamente. Al percatarme, he tratado de invertir el proceso cerrando el grifo y apartando el vaso, pero ya no tenía fuerzas para hacerlo. Era un puto enano. Un gnomo haciendo equilibrios en el borde de un vaso de cristal.

Y entonces, ¿qué creéis que ha pasado? Exacto, que me he caído dentro.

No tiene lógica, lo reconozco. Supongo que habrá sido el momento de crisis existencial, o yo que sé, pero os juro que de pronto me he visto a mí mismo intentando mantenerme a flote dentro de un simple vaso de agua. Y, a pesar de ser un nadador excelente, sin saber por qué, en ese momento, me he empezado a hundir, poco a poco, poco a poco… hasta ahogarme por completo.

Bueno, pues después de mi día ahogado, he terminado de contarle todo al hombre, para desahogarme, y él me ha mirado aturdido, inquisitivo, con un brillo de ironía que me ha dejado algo descolocado. Luego, para remate, cuando me he puesto a llorar sobre su hombro, ni siquiera me ha abrazado. Joder, qué falta de empatía y de delicadeza, de verdad.
Entonces, haciendo acopio de orgullo, me he secado las lágrimas y le he dicho que ya estaba mejor. Que sé de sobra que debe haber sido un sueño o una alucinación, y he reconocido que luego en la oficina tampoco hemos tardado tanto en hacer balance. Vamos, que al salir me ha dado tiempo de tomarme una cervecita, y encima acompañado.
Pero el hombre ha seguido impasible. No sé si es que no me entendía, o qué, pero después de haberle contado mi vida, él ni siquiera me ha sonreído. Simplemente se ha levantado de la acera, ha recogido el cartel y el cestillo de monedas con el brazo que no tenía amputado, y ha comenzado a alejarse, lentamente. Mirándome fijamente a los ojos.

Comentarios

Entradas populares