Calma chicha

 

Calma chicha

     A veces, aunque estemos rodeados de paz, buscamos guerra.

     Emiliano Santomé (el pescador de la imagen) podría haberle dicho a su novia: “Oye, Conchita, que hoy no me apetece cine, que me voy de pesca”. Pero, en vez de eso, le ha dejado esta ambigua nota sobre la cama: “Oye, Conchita, que estoy harto de películas, que me voy”.

     Ahora mismo Emiliano, como veis, está cebando tranquilamente los anzuelos, ajustando la plomada y revisando el resto del aparejo. El agua parece perfecta y se intuye una tarde magnífica de pesca. Sin embargo, en pocos minutos Emiliano dará vueltas a lo que ha escrito, e imaginará a Conchita llorando a mares, tendida sobre el colchón, releyendo una y otra vez la dichosa nota, y sentirá un pinchazo (no demasiado grande, eso sí) de remordimiento.

     Aunque después imaginará que, en vez de llorar, ella se llena tanto de rabia que, como alma que lleva el diablo, corre a contárselo al Dionisio, su amigo de la infancia. Y Emiliano hasta creerá visualizar el modo en que éste intenta consolarla. Entonces, durante un rato, soplarán vientos difíciles, la barca zozobrará y los peces le harán pedorretas.

     Pero el sabio y experto pescador se esmerará en calmarse, pues comprende que todo eso, en el fondo, quizá solo esté en su cabeza.

     Igual que tú y yo sabemos que, en el fondo, es probable que todo esto sean solo palabras, espacios, y una imagen sugerente. Incluso sabemos que puede que ese pescador no se llame Emiliano, ni tenga una novia llamada Conchita. Pero fíjate, aquí seguimos, rodeados de paz, buscando guerras donde no las hay.

Comentarios

Entradas populares