"Tranquilo, majete"
Cuando a mi hijo le ha atacado ese pino en el parque no me ha
quedado otra que ir a tranquilizarle. Quizá tengan razón sus profesores en lo
de que el niño me ha salido un poco blandito, pero bueno, no sé. Habrá que
darle tiempo.
Yo de pequeño también me asustaba cuando íbamos a la playa y
una de esas medusas gigantes de plástico saltaba fuera del agua y tapaba el
sol. O incluso lloraba cuando en la puerta del súper se acercaban los oscuros
zombis, con las tripas colgando, a suplicar. Tardé también más de lo habitual
en comprender que lo único malo que tienen las tempestades es que te mudan de
país y hay que andar cambiando la clave de la wifi. Pero que por lo demás todo
es igual, y el mundo sigue girando, independientemente de ciclones o sequías. Al
fin y al cabo, las continuas rabietas de eso tan antiguo llamado naturaleza ya solo afectan a los que no
tienen infinitos avatares.
Por eso, tras recogerle la táblet (que se le ha caído del
susto), le echo un poco de saliva en la rodilla a mi hijo, y le explico que lo
que les pasa a los pinos, al viento, o a los peces, es que viven en perpetuo
cabreo. Porque ellos no tienen datos ilimitados, como nosotros.
Comentarios
Publicar un comentario