LA MANCHA DE D.QUIJOTE


Me voy, harto y asqueado. Con la cabeza muy alta, pero me voy. La devoción por mi amo me llevó a pasar de galgo corredor a perro militar, experto en estrategias y cruzadas medievales. Llegué a esforzarme tanto que un día alcancé la habilidad de leer solo para poder meter el hocico en sus libros de caballerías. Solo para estar a su altura, y que mis sueños fueran dignos de los suyos. Sin embargo acaba de caer cualquier resto de admiración por el hombre, por el mito, por ese héroe que ahora, enclaustrado en las tripas de lo que se suponía un peligroso gigante, cabalga como un simple chucho a lomos de una refinada (y jadeante) Dulcinea.

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