MIRADAS

Corretean las cenizas sobre el alfeizar. Sabino sabe que le queda poco, pero aun así mata el tiempo en la ventana. Desde allí puede observar la rabia de Julito, que ve como todo el barrio vierte ojos y babas sobre el recién nacido. Su madre también. Su padre no, él prefiere volcarlas sobre las piernas de la nueva vecina, cada vez que se agacha hacia el carrito. Ella lo nota, se mesa la falda, y lanza una mirada furtiva a Toni el pescadero, el hijo de Sabino que, aburrido, observa con desdén a su padre en la ventana, pensando en cuándo narices se decidirá a hacer el dichoso testamento.

El cigarrillo mengua, lánguido y anodino, y el humo se pierde entre las nubes grises


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