PEGAMENTO PARA ALAS



-           - A ver chicos… ¿quién leyó ayer con papá el cuento de “EL ALA ROTA DE             CAMPANILLA”?
Casi todos levantaron la mano, menos Carlota.
-               -  Yo no, seño –murmuró, soplándose el flequillo; lo hacía siempre que estaba  nerviosa-,  papá dice que leo fatal, y que soy tonta.

Tragándose la rabia, la maestra la sacó para que hiciera de hada, y la niña pudo sentir esa mano en el hombro, esa sonrisa, esa voz… que le hacía volar valiente, aunque sólo fuese allí, aunque solo fuese un ratito. Aunque solo fuese un cuento.   

Hoy la madrugada ruge furiosa. Durante la tarde el jefe ha intentado propasarse, y luego la ha despedido sin explicaciones. Su ex, no conforme con hacerle un bombo y pirarse, ahora se dedica a colgar fotos suyas en la red para ridiculizarla. Ha bebido, aun así intenta enfilar la calle en línea recta, pero hay un grupo en su portal. No, será mejor esperar. ¡Por Dios, que Toñín no se haya despertado!, piensa, y se sopla el flequillo. Entonces se acuerda de aquello… y sonríe.

Carlota odia su barrio, su futuro, su vida. Pero está segura de que existe, en algún lado, un pegamento mágico que cura las alas rotas. Y jura por su hijo que no parará hasta encontrarlo.
                                                        
               (A todos los maestros y maestras, por unir, pegar, zurcir… cada día, un cachito de sociedad)

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