Delante de nuestras narices
La perspectiva, los ángulos de visión, los puntos ciegos. El cadáver de Manuel Pérez, un hombre endeudado, tímido, soltero, de casi sesenta años, con coleta, se descompone día tras día entre las vallas de la nueva obra de aparcamientos, lo que hace imposible que nadie pueda divisarlo desde ningún punto. Tan sólo las moscas, siempre tan curiosas y afanosas en su tarea, poco a poco, van dando buena cuenta de él. Para más inri, los agudos efluvios de los contenedores, esos mismos que últimamente lo mantenían con vida, forman ahora la cruel máscara que evita que alguien se percate de la situación.
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