DESHIELO


Parecían amables. Eran graciosos, atentos, educados e increíblemente listos. Al principio, cuando las calles estaban solo un poquito encharcadas, si se te caía una moneda, la cartera, o el móvil, enseguida veías a unos cuantos salir de su escondrijo para bucear hasta encontrar el objeto en cuestión, y traértelo antes de que la corriente lo perdiese por los conductos de desagüe. Aunque parecía que no estaban, en realidad había millones. Minúsculos, casi invisibles, pero increíblemente ágiles e inteligentes. A los pocos meses, cuando se derritió el último iceberg, su ayuda ya era tan grande que sin ellos nunca nos habríamos habituado a vivir en esta nueva versión de la Tierra (si es que ya se la puede llamar así). La convivencia era magnífica con nuestras nuevas mascotas, tan fieles como un perro pero más habilidosos, e incluso más serviciales, sin pedir nada a cambio…hasta que pasó lo del pie de aquel pobre hombre. 

Es increíble cómo puede cambiar todo en tan poco tiempo. Ahora en las noticias nos recuerdan todo el rato que no salgamos de casa bajo ningún concepto. Ni abramos los grifos.

Y yo tengo sed. Mucha. Demasiada.

Y mamá hace días que no se mueve.


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