DE LAS PALABRAS REGALADAS



Tú no lo sabes, pero la primera vez que me contaste el cuento de “Juan y las habichuelas mágicas” recorté a escondidas una judía de la portada y me la tragué. Así, sin masticar. No contenta con ello, seguí haciendo algo similar con el resto de millones de cuentos, canciones e historietas que me regalabas cada tarde, o cada noche, antes de que el sueño me atrapase. Y supongo que tuvo que ser el cosquilleo de las semillas al crecer, o esa agradable arcada de cuando raíces y metáforas comienzan a enredarlo todo, lo que me hizo adicta a este extraño mundo que se oculta detrás de las palabras.
He de reconocer que a veces, cuando las flores crecen en exceso y los pétalos me borbotean en las pupilas, mis amigas me miran raro. Y no te digo nada cuando ven a los pájaros acudir en bandada a picotearme el flequillo. ¡Un cuadro!
Sin embargo, a pesar de los años, de todo lo que yo he crecido y de todo lo que tú has encorvado, entre ambos sigue apareciendo esa idéntica sonrisa. Esa que no radica en los genes sino en las palabras regaladas, una a una. Esa que precede y precederá siempre, siempre, siempre, al alegre, mágico y eterno ritual: “Érase una vez…”
                                                                                                                                                                                                       Para  HILLS  

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