MADERA DE NOVELISTA



Braulio Pérez Reverte acaba de toparse con esta fotografía, y rápidamente han comenzado a lloverle historias como la de Sara y Luis (es decir, la mujer del bolso negro y el apuesto cochero), un tórrido romance cimentado en la posguerra y marcado después por la terrible enfermedad del hijo de ambos. Angustia, pasión, celos… intensas emociones aderezando bocetos de trepidantes capítulos que parecen escritos de antemano en su cerebro, aunque nunca lleguen a plasmarse sobre un papel.

Braulio no lo sabe pero nació con un don, una imaginación similar a la de Tolkien, Ken Follet o J.K. Rowling, capaz de vislumbrar semillas de novelas hasta en los objetos más inverosímiles. De hecho, en la misma foto también visualiza un hombre armado que sube las escaleras espantando a la muchedumbre, un ovni posándose de incógnito sobre el tejado, una horda de dragones que emergen del mismísimo infierno, emitiendo un ensordecedor rugido...

Pero precisamente ese rugido saca del trance al pobre Braulio, que ahora toma entre sus manos una botella vacía de cristal, y ve cómo de su interior brotan otras tantas historias: un pergamino con mensajes encriptados, la maqueta de un viejo velero fantasma, un mágico genio que sale de ella rugiendo, con oscuras  intenciones... pero, otra vez, el rugido vuelve a truncarlas todas, recordándole que no, que está vacía.

Y Braulio maldice y sigue rebuscando.

Al fondo ya solo queda un brick con algo de leche agria, media lechuga podrida y un trozo de filete imposible de masticar, así que toca marcharse. Guardar en su andrajoso bolsillo la foto hallada, bajar la tapa con solemnidad, como quién cierra la tapa de un ataúd, y proseguir calle abajo, junto con Sara, Luis, y su alocado romance, bajo la sombra del misterioso ovni… Perseguido por el eterno rugido de sus dragones.   

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