OFRENDA A LA LUNA
Lo que ante el ojo humano parece
una simple villa, la ciencia ha confirmado que es un compendio de virtudes que
permiten que el planeta siga funcionando. Por alguna azarosa razón, las
coordenadas de Moonheart son el epicentro de la armonía tectónica global, sus
ondas magnéticas aplacan cualquier atisbo de megacatástrofe y… lo más curioso:
la neblina, esa sencilla bruma que cada mañana brota del lago para alzarse a
los cielos, al parecer es el toque fundamental que mantiene verdes las
selvas, el kilómetro cero de todas las corrientes de aire que conforman el
ciclo vital de la Tierra. Geólogos y astrofísicos no se ponen de acuerdo en los
porqués de las mágicas cualidades de esta comarca, pero al menos coinciden en
algo: la Luna salió justo de allí, después de la gran colisión (1).
Más en concreto del agujero que ahora es ocupado por el Lago Yenom.
Y luego, a parte, está lo de
los años bisiestos. Aunque eso solo lo conocen los propios habitantes de la
villa.
Sin embargo, cada día en Moonheart ocurre lo que podría ocurrir en cualquier pequeña ciudad del mundo: A las 7 de la mañana el pescadero saluda al cartero mientras levanta el cierre de su tienda; a las ocho algunos ancianos se agolpan en la fila del banco; a las nueve la frutera discute con el camionero sobre el precio de las naranjas; a las dos los niños salen en tropel del colegio; a las ocho cierran tiendas y negocios… Y así, los días caen como piezas de dominó, durante un mes y otro mes. Una partida premeditada, un algoritmo de movimientos humanos, de expresiones, actos y reacciones predecibles pero, al fin y al cabo, sincronizadas. Como en cualquier lado.
Hasta que, cada cuatro años,
ocurre algo único: los habitantes de Moonheart celebran su fiesta secreta.
Justo la tarde del 29 de febrero de cada año bisiesto, entre todos eligen a la Reina del Lago. Un acto aparentemente fortuito,
espontáneo, pero que llevan preparando en silencio desde el anterior festejo.
Desde hace cuatro años han estado vigilándose unos a otros con el ojo
izquierdo, mientras con el derecho continúan sus predecibles y aburridas vidas. Y esta vez han seleccionado a Sandra B. Parker.
Sandra es culta, humilde,
noble, con una especial sensibilidad para la música y la pintura. Sus padres se
marcharon de la ciudad hace años, pero ella ha estudiado allí, y tiene un
futuro prometedor. Todos la admiran. Por eso, quizá, entre otras cosas, la han
elegido. Ella será la encargada de realizar la ofrenda a la Luna en la noche
del 29. Tras su elección, la chica llevará al lago el mejor pan del pueblo, una
muestra de la mejor cosecha, una onza de oro y el mejor tulipán del jardín de
la plaza. Todo envuelto en un paño de seda. Los habitantes, en silencio, la
acompañarán hasta las inmediaciones aunque, justo antes de que empiece a brotar
la neblina, justo antes de que las aguas se abran, todos regresarán a sus
casas. La abandonarán a su suerte, y no verán nada. No verán cómo las aguas
cristalinas se tornan negras e impías. No verán lo que emerge de las profundidades
ni tampoco eso que, a buen seguro, ocurrirá después. Lo conocen, claro que lo conocen,
pues en el subconsciente de cada árbol genealógico de la villa reside aquella
imagen, aquel ente, aquel… monstruo.
Sin embargo, minutos antes
del trágico suceso, regresarán, cabizbajos, a sus casas, intentando borrar cualquier
recuerdo de ese día. Esas horas, esta historia, esa ofrenda, desaparecerá de
sus memorias. Y reanudarán sus quehaceres como si nada. Volverán a sus horarios,
a la necesidad imperiosa de realizar esas acciones que se suceden día tras día.
Eso sí, con su entrenado ojo izquierdo, todos al unísono comenzarán a dilucidar quién será, dentro de cuatro años, la afortunada Reina del Lago.
(1) 👉 EL ORIGEN DE LA LUNA
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